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EDUARDO LÓPEZ BETANCOURT
El sexenio que concluye ha dejado una huella profunda en la historia de México.
Lamentablemente ha estado marcado por un ambiente de división y enfrentamientos con países hispanos, como Ecuador, Perú, España y Argentina; una política exterior cuestionada por su falta de coherencia y visión a largo plazo; un clima de incertidumbre y desconfianza en la política internacional de México; además, ha dejado pendientes importantes, algunos de ellos son, el crimen organizado, que sigue desatado; el caso de los 43 de Ayotzinapa, aún sin resolverse y los ámbitos de la salud y educación, mantienen gran retraso.
Por otro lado, la estabilidad económica lograda durante este sexenio, es un hecho positivo, pero no puede ser la única medida de éxito. Sin duda, es hora de evaluar el legado de esta administración y trabajar hacia un futuro más próspero y seguro para todos. La unidad y la cooperación internacional son fundamentales para abordar los desafíos globales y promover el desarrollo sostenible.
En cuanto a la política interna, también ha sido cuestionada por la polarización y la división, la falta de diálogo, consenso y la ineficacia en la resolución de problemas. Es hora de aprender de los errores y trabajar hacia un futuro mejor.
Dejemos en claro, con objetividad, se han dado aspectos positivos, los cuales deben continuar, pero es indispensable enmendar descuidos y situaciones nada gratas. México debe recuperar su liderazgo hispanoamericano y sus buenas relaciones con España. Además de ello, por supuesto, los temas internos, preferentemente seguridad, educación y salud. Gran reto del próximo sexenio.
