240 lecturas
Eduardo López Betancourt
Sabemos que, para aprobar las reformas en materia judicial en el Senado de la República, se requerían 86 votos. Sumando los 2 votos del antiguo PRD, solo faltaba uno para alcanzar la mayoría calificada. En este contexto, un senador de Campeche justificó su ausencia debido a un problema médico familiar.
No han faltado las especulaciones, ni diversidad de opiniones, muchas de ellas encontradas; sin embargo, lo cierto es que, aparentemente sin mayor dificultad, los senadores, al igual que los diputados, votaron por un cambio esencial en la Carta Magna. En cuanto al voto decisivo que se sumó en los últimos momentos, provino de una familia que, desde hace años ha estado involucrada en la política, con grandes dividendos tanto en lo económico, como en lo político.
Conozco personalmente al líder de este grupo, desde que fue Secretario General de Gobierno en Veracruz, durante el mandato del gobernador Patricio Chirinos Calero. Ambos me contrataron para iniciar un juicio penal contra Dante Delgado, quien había sido gobernador interino y sobre quien afirmaban tener pruebas contundentes de malos manejos. Viajé en tres ocasiones a Xalapa, donde me entregaron el expediente completo en su contra y, tras analizarlo a fondo, les informé que no encontré elementos suficientes para proceder contra Delgado.
Mi opinión no fue bien recibida, pero me mantuve firme en mis principios éticos y legales, pues nunca he sido partidario de fabricar delitos, ni de prestarme a triquiñuelas. Supe después que finalmente actuaron contra Delgado, quien fue procesado y más tarde demostró su inocencia, lo que corroboró que mi análisis era correcto.
Volviendo a la persona en cuestión, cuyo nombre prefiero no mencionar, fue mi alumno en la UNAM. Ya mayor, decidió realizar estudios de posgrado y aunque no destacaba por su talento jurídico, sí era bastante aficionado al ámbito de las relaciones públicas. Su carrera política ha estado plagada de contradicciones, carece de verticalidad y está marcada por una clara tendencia a la amnesia política, “saltando” de un partido a otro. En una ocasión intenté visitarlo por un asunto relacionado con la UNAM, durante su paso por el ISSSTE, pero su actitud fue arrogante, lejos del alumno zalamero y dispuesto a rendir pleitesía a sus maestros que alguna vez fue. Hoy se encuentra en el “ojo del huracán”, arrastrando, no solo a sí mismo, sino también a su familia.