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Muchos se conforman con un hashtag para desahogar su frustración, otros, con publicaciones en redes y nos dicen chairos, dormidos, mantenidos y otras expresiones insultante en las que desahogan su frustración hacia un sistema que no quieren y nunca les “acomodó” (aunque cobren su pensión); sin embargo, cuando la violencia escala como ha venido sucediendo en el sexenio sin ser frenada legalmente, las expresiones e insultos se convierten en el discurso cotidiano de radiodifusoras, televisoras, youtuberos, comunicadores y actrices venidas a menos, el discurso violento ligado al insulto se volvió un recurso para azuzar a esa mínima parte de la población que aún cree que Zedillo fue un caudillo y Calderón el mejor presidente; la ceguera y el odio les han hecho olvidar Aguas Blancas, FOBAPROA y la Guerra Contra el Narco, la represión institucional, los desaparecidos, las devaluaciones, el saqueo…
La violencia que todos vimos en la irrupción inédita de un grupo de manifestantes del Poder Judicial cuando frenaron la sesión del Senado, se suma a los ataques a la ministra Lenia Batres, Loretta Ortiz y recientemente al presidente de la Cámara de Senadores y que ya no deben permitirse. No son ataques aislados, sino la suma del odio fomentado desde los medios, inconformes con un sistema que ya no le es afín.
Entre la libertad de expresión y la incitación a la violencia hay una clara línea que delimita perfectamente la ley y que debería aplicarse ya. El derecho a opinar no implica que se den por buenas expresiones como las de Pedro Ferriz llamando al narco para apoyar a los inconformes. Las declaraciones irresponsables deben ser sancionadas a fin de que todo aquel que tenga voz pública, sea responsable de sus palabras. La legislación existe y si moderar el discurso, hacerlo objetivo y verdadero no está dentro de los parámetros de los generadores de violencia, sería bueno recordarles las fuertes sanciones económicas que se prevén para tales casos.
Parar la violencia, no implica reprimir, sino ejercer mi derecho con responsabilidad, sin insultos, sin llamados al narco, con razonamientos para defender una postura. En una democracia, los discursos de odio no pueden quedar impunes.
Ana María Vázquez
Escritora
@Anamariavazquez