554 lecturas
Por Eduardo López Betancourt
En diversas ocasiones, el Jefe del Ejecutivo ha manifestado su inconformidad con los lineamientos ideológicos de la Máxima Casa de Estudios, la cual, es evidente que en su estructuración y funcionamiento, se orienta abiertamente hacia la derecha. Tanto sus dirigentes, como sus planes de estudio y programas escolares, reflejan gran dosis de conformismo, distanciados del cambio y fomentando un lamentable estancamiento.
La más clara prueba de esta situación, es la notable ausencia de democracia en la UNAM, que se maneja bajo un sistema oligárquico, donde impera un gobierno elitista que actúa de manera tiránica, heredando los cargos de mando, hasta llegar a evidentes signos de favoritismo. Los directivos del complejo universitario, son impermeables a la democracia y cualquier voz que la promueve, es silenciada, perseguida e inclusive expulsada.
Además, a este desafortunado panorama, se suma la falta de claridad en el manejo del recurso público, la falta de transparencia en el gasto, brilla por su ausencia, lo que resulta en innumerables actos de corrupción. Las concesiones, el manejo discrecional del presupuesto y un sinnúmero de inmoralidades, han logrado crear un ambiente de terror, donde la mentira, el engaño y el fraude son cotidianos.
La ideología conservadora y hasta reaccionaria de la UNAM, contribuye a crear un ambiente caracterizado por la cerrazón; finalmente el método antidemocrático universitario es notorio. El Rector nombra indirectamente a los directores y estos a su vez, operan dentro de un sistema confabulado por 15 personajes, denominados Junta de Gobierno, quienes se reparten abiertamente los puestos más jugosos, así, el Rector llega al poder mediante el “dedazo” de su antecesor.
En suma, la UNAM presenta numerosas mentiras y deshonestidades que obligan a una transformación urgente. Esta Institución se escuda en una autonomía para cometer diversas fechorías que perjudican el verdadero propósito educativo.