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Por Salvador Guerrero Chiprés
Domingo de resistencia, perseverancia, estrategia y planificación para romper con el muro invisible y muscular, mental y de capacidad física. Lejos, con todo, de la carrera de Filípides en el 490 a.C.
Son 42.195 kilómetros —establecidos desde los Juegos Olímpicos de Londres en 1908 y oficiales desde 1921— los del maratón. La llamada prueba reina del atletismo y de la cual menos del uno por ciento de la población concluye al menos uno en la vida.
Treinta mil corredoras y corredores recorrieron la ruta dominical del Maratón de la Ciudad de México, desde CU al Zócalo, en una exhibición de ciudadanía empática, solidaria. Entre el kilómetro 30 y 35 está el muro, esa barrera emocional presente en muchos aspectos de la vida personal y social.
Como en esa competencia, desde ayer la vida política de la capital nacional se puso a 42 días de llegar a la meta representada en el cambio de gobierno. Ese el tiempo en cual Clara Brugada recibirá la estafeta de Martí Batres para gobernar la CDMX.
Para ese camino, la sensibilidad, capacidad y acercamiento territorial de una de las principales maratonistas del Obradorismo —junto con la Presidenta electa Claudia Sheinbaum—, serán clave frente a los muros evidenciados en narrativas mediáticas diseñadas para fastidiar la administración: la resistencia a la Reforma Judicial o la difusión de supuestos riesgos para la democracia frente a la mayoría legislativa de un movimiento respaldado por la ciudadanía en las elecciones del 2 de junio.
La preparación inició con Andrés Manuel López Obrador en 2018. Ahora revela espíritu de equipo, cohesión y una ruta claramente definida, como lo exhibieron ayer los kenianos Fancy Chemutai y Edwin Kiptoo al ganar el Maratón de la CDMX femenil y varonil.
En el atletismo y la política, los muros caen con voluntad y trabajo conjunto. La muscular ciudadanía.