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Los adelantados hacia el 2030 son nada más y nada menos quienes escasas probabilidades asumen ellos mismos de tener.
¿Pruebas? Las mismas voces derrotadas, aun con un reconocimiento de mérito ganado o no en sus respectivas expresiones o partidos, promueven el refrito de las redundantes tesis inservibles desde el 2023 a la fecha.
Entre esas afirmaciones para reciclar de aquí hasta el infinito, a pesar de los resultados contundentes y la evidencia de empuje del trabajo unitario de Morena y en general del Obradorismo se hallan: que si el Presidente debe estar separado de Claudia Sheinbaum; que si Clara Brugada no se lleva del todo bien con la Presidenta electa; que si la integridad social y política de Brugada puede ser borrada llamándola “pura” o acusándola de ser “dura” a pesar de su conquista de audiencias empresariales, de clases medias e incluso de adversarios que la buscaron para ponerse a su disposición desde la tarde del 2 de junio.
Si algo distingue la virtud política del Obradorismo hasta la fecha es la habilidad de sus principales figuras —Andrés Manuel López Obrador, la presidenta electa, la ex alcaldesa de Iztapalapa, el Jefe de Gobierno Martí Batres— de promover una plataforma común, sin pedigríes y sin traiciones, a pesar de las adherencias más curiosas.
Los mismos que pagaron y engañaron acerca de una supuesta enemistad entre Sheinbaum y Brugada son insistentes en conflictos por venir entre ellas.
Con tufo machista ante la evidencia del potencial de futuro de ambas, juntas, tratan de crear una corriente de opinión ya derrotada el 2 de junio. El éxito de Sheinbaum, Brugada y sus equipos está estrechamente vinculado. Para tranquilidad de la ciudadanía.
Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres