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Por Ana E. Rosete
La guerra sucia está cada vez más fuerte. Las calles de la Ciudad de México están inundadas de propaganda electoral, pero la mayoría de ésta ya está rota, cortada o a medio colgar.
Me queda claro que el miedo no anda en burro y que camarón que se duerme se lo lleva la corriente, pero no creo que sea necesario hacer tales cosas. Los únicos que nos vemos afectados somos los capitalinos, porque para donde gires la cabeza hay centenares de propaganda electoral.
Para muestra los puentes peatonales y las avenidas principales de la metrópoli en la que se está disputando uno de los puestos más importantes: la jefatura de Gobierno.
Yo quiero lanzar una pregunta muy sensata al candidato de oposición: Santiago, ¿es necesaria la forma en la que se destruye el material de Clara?
Digo, no creo que las “muraletas”, los pendones, las lonas y los volantes voten. Seamos sensatos, solo es un medio para difundir un mensaje, cualquiera que este sea.
Va más allá de las afinidades partidistas. Acá escribo sin fobias ni filias políticas; lo hago desde la honestidad y el reproche ciudadano. Porque no se te olvide que, aunque sea una simple mujer la que escribe esta columna, también soy una habitante de la capital y una próxima votante.
Al final, creo, sólo es un cargo. Pero cuando hay un encargo, como el que el panista debe de tener desde arriba respecto a lo que se va a ganar monetariamente hablando, se defiende con todo el puesto. ¡Cómo no, hay muchos panistas, priístas y perredistas que ya se saborean las mieles del éxito!
Clara ha sido prudente y educada, pero la contra no. Basta recordar que se colocaron cientos de “muraletas” con el rostro editado de la morenista por calles de la alcaldía Miguel Hidalgo, donde ahora gobierna el PAN, con la leyenda “Clara Embrujada”.
En fin, ya estamos en la recta final. Habrá que ver de qué lado masca la iguana, dirían por ahí.