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Ana E. Rosete
No me imagino la idea de no volver a nadie de mi familia. No soy mamá, pero no puedo concebir el dolor de no ver regresar a tu hijo a casa.
Una de mis mejores amigas se ha dedicado, desde hace ya varios años, a acompañar a madres y familiares de desaparecidos con la misión de encontrarlos en vida. Sin embargo, en el andar también se han encontrado personas muertas, solas, en el olvido de las autoridades, aunque no en la mente de los suyos.
No soy experta en temas de fosas ni mucho menos de crematorios clandestinos. Hay cosas que no entiendo y por más que les busco explicación, no la encuentro.
Lorena Valencia Caballero, jefa de la Unidad de Investigación de la Licenciatura en Ciencias Forenses de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que cuando un cuerpo humano se somete a un proceso de cremación tradicional (dentro de un horno que llega a alcanzar una temperatura hasta de 940 grados centígrados), los restos no pueden quedar totalmente pulverizados; hechos cenizas, pues.
Hay ciertos huesos, sobre todo la dentadura, que son difíciles de destruir y, por lo tanto, deben ser sometidos posteriormente a un proceso de trituración. Ahora bien, durante el proceso de incineración una gran parte del cuerpo (especialmente los órganos y otros tejidos suaves) es vaporizada y oxidada, debido al calor y los gases son descargados en el sistema de escape.
Me parece raro el descubrimiento de este crematorio, ya que hay casas en la cercanía, el olor es peculiar y el humo sería percibido a kilómetros.
Considero, a título personal, que esto es más bien una forma de la oposición de lucrar con el dolor ajeno. Un crematorio, cenizas, tiempo electoral, la alcaldía Iztapalapa, sin duda, hacen una buena ecuación en la que me faltan datos para entender el resultado.
Ahora sí exigen, pero cuando fueron gobierno pocas veces les hicieron caso. No desestimo la lucha de las madres, pero sí cuestiono la politización que han hecho.
