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ANTONIO ATTOLINI
En su reciente libro, Rubén Moreira Valdés —el experto en seguridad del equipo de Xóchitl Gálvez— intenta resucitar lo que él llama su “exitoso modelo de seguridad”. Sin embargo, al sumergirnos en la realidad, surgen datos y testimonios que desmienten esta narrativa.
A lo largo de su sexenio, las violaciones a los derechos humanos en Coahuila no fueron simplemente incidentes aislados, sino patrones preocupantes. Informes de organizaciones respetadas, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, detallan numerosos casos que cuestionan la efectividad de su enfoque.
Uno de los puntos más críticos fue el manejo del abuso policiaco. Testimonios directos de ciudadanos afectados pintan un cuadro sombrío de una fuerza policial que operaba más allá de los límites legales. Estos relatos no solo ilustran la magnitud del problema, sino que también señalan la falta de rendición de cuentas durante la administración de Moreira.
Las cifras de seguridad tampoco respaldan la narrativa triunfal. Los índices de criminalidad en Coahuila durante su mandato no mostraron la disminución prometida. Más bien, la inseguridad persiste, desafiando la retórica oficial. La tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes no dice nada sobre las redes criminales que permiten la captura del Estado por parte de grupos de interés que venden servicios que deberían ser considerados derechos: seguridad, vida, libertad.
El libro de Moreira Valdés puede intentar justificar su modelo, pero la realidad es que la seguridad humana se convirtió en una quimera para muchos coahuilenses. La falta de inversión en estrategias preventivas, así como la ausencia de mecanismos sólidos para abordar las violaciones a los derechos humanos, dejaron a la población vulnerable y desconfiada.
Es crucial recordar que los logros en seguridad no solo se miden en estadísticas, sino en la percepción y la experiencia diaria de la población. Los testimonios de aquellos directamente afectados proporcionan una voz que no puede ser ignorada.
En conclusión, el intento de Moreira Valdés de reivindicar su modelo de seguridad se desmorona cuando se enfrenta a datos concretos y testimonios reales. La seguridad y los derechos humanos no pueden ser meramente conceptos retóricos; deben reflejarse en acciones efectivas y resultados tangibles para la población.