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OMAR MONTALVO
La titular de la alcaldía Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, ha demostrado una gran inestabilidad e improvisación en su gestión, al cambiar varias veces a los integrantes de su gabinete en menos de tres meses de gobierno.
La alcaldesa ha sido cuestionada por su falta de experiencia, su nepotismo, su deslealtad y su poca transparencia. Además, generó polémica por sus constantes cambios de decisión, que evidencian su desconocimiento y su falta de rumbo.
El primer cambio de gabinete se dio el 6 de septiembre, cuando Cuevas anunció la salida de cuatro de sus colaboradores, entre ellos el secretario de la alcaldía, José David Sánchez, y el director general de Gobierno, Abraham Ponce. La alcaldesa argumentó que se trataba de una “reestructuración” para mejorar el servicio a la Cuidad y de una “reingeniería” para optimizar los recursos y atender las demandas de la población.
El último cambio de gabinete se registró el 5 de noviembre, cuando Cuevas presentó a los nuevos integrantes de su equipo, que incluyeron a su hermana, Vianey Cuevas, como directora de Territoriales, y a su ex esposo, Carlos Velasco, como director de Comunicación Social. La alcaldesa justificó estos nombramientos como una muestra de su “confianza” y su “cercanía” con la gente.
Estos cambios constantes de gabinete revelan la incapacidad de Cuevas para formar un equipo sólido y profesional, que responda a las necesidades de la alcaldía más importante de la Ciudad de México. Además, evidencian su nepotismo y su favoritismo, al designar a sus familiares y amigos en puestos clave, sin importar su mérito o su competencia.
Cuevas demostró que no tiene un proyecto claro ni una visión de largo plazo para la Cuauhtémoc, y que sólo busca su beneficio personal y político.
Por eso, ha cambiado de opinión sobre su futuro, al pasar de decir que se retiraría de la política, a aspirar a ser secretaria de Seguridad Ciudadana, y luego a buscar la jefatura de Gobierno.
La alcaldesa de Cuauhtémoc ha sido una decepción de acuerdo con los habitantes de la demarcación, que esperaban un cambio positivo y una mejora en la seguridad, los servicios y la calidad de vida. Sin embargo, lo único que han recibido es una gestión errática, ineficiente y corrupta, que no sabe lo que quiere ni lo que hace.
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