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RICARDO SEVILLA
Ayer por la tarde, un grupo de personas bloqueó una calle en la alcaldía Benito Juárez y, después de un buen rato de reclamos y gritos destemplados, decidieron colgar de un tubo la piñata de un “Amlito”.
Las autoridades de dicha alcaldía, que durante todo el tiempo que duró aquella escena se mostraron empáticas e incluso displicentes, decidieron hacer lo de siempre: nada.
Los inconformes lanzaban a sus anchas una serie de gritos y octavillas recalcitrantes que tenían como blanco al presidente López Obrador: “lo suyo es un capricho, lo nuestro es un derecho”, vociferaban.
Y para probar que estaban muy enojados, decidieron prenderle fuego al “Amlito”. Con una felicidad de pirómanos en día de campo, las autoridades (panistas) de la alcaldía Benito Juárez se hicieron de la vista gorda y no movieron un solo dedo para impedirlo.
Ante la piñata incendiada, los manifestantes gritaban a todo pulmón: “¡Fuera AMLO!” y “¡AMLO, entiende, el Poder Judicial se defiende!”
Una voz, por ahí, se atrevió a decirle a las autoridades: “Oigan, quizá esto ya es demasiado”. Pero la burocracia de la alcaldía, que sólo piensa y actúa conforme a lo que su alcalde (Santiago Taboada) les permite, consideraron que faltaba mucho para que aquello les pareciera demasiado. “Sólo es demasiado cuando Taboada se los ordena”, opinó un mirón.
Así que la cremación del “Amlito” continuó sin interrupciones. Los inconformes sólo parecieron estar conformes cuando ardió el “Amlito” que, según dijeron, “les robó” sus millonarias prestaciones.
“¡Ya! Paren esa tontería”, se atrevió a decir una persona. Los abucheos y las rechiflas no se hicieron esperar. Los inconformes volvieron a su habitual inconformidad.
¿Libertad de expresión en su máxima potencia?, nos preguntamos.
¿No que AMLO (o el “Amlito) nos había sumido en la más cruenta dictadura?
En todo caso, vaya dictadura, donde cualquier inconforme puede salir a la vía pública y, si se le pega la gana, quemar la figura del Presidente sin que nadie le meta unos toletazos en las uñas de los pies. La verdad es que en este país de libertades, cualquiera quema al Presidente o a su “Amlito”.