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Arreando al elefante | La UNAM se encoge ante el plagio de Xóchit y el de su Comité de ética

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RICARDO SEVILLA

La gestión de Enrique Graue ha sido vergonzante. Durante su rectoría, los escándalos han ennegrecido y mancillado el prestigio que otrora tenía la UNAM.

Y los escáldalos no paran. Al contario: se acrecientan y aparecen a cada paso, en cada instituto, en cada facultad, en cada CCH y, prácticamente, en cada recinto universitario.

Y el Comité de Ética de la UNAM, lamentablemente, no ha sido la excepción. El virus de la corrupción también ha tocado sus entrañas.

Investigaciones periodísticas revelan que María de Jesús Medina Arellano, quien se presume como integrante del Comité de Ética de la UNAM, no tuvo empacho en copiar y pegar pasajes completos de otros trabajos en su tesis de maestría sin citarlos.

De entrada, se supone que el Comité de Ética de Humanidades de la UNAM tendría que exigir de sus integrantes un comportamiento probo e intachable. Y ahí, en ese lugar, tendrían que demandarlo aún más, puesto que ellos son los encargados de revisar, entre otras cosas, las denuncias de plagios de tesis.

Pero, si ese comité dice tener entre sus principales objetivos sancionar “conductas que puedan constituir violaciones o faltas al Código de Ética”, una pregunta nos taladra: ¿cómo demonios podrían explicar que haya una plagiaria entre ellos?

Y lo más chocante de todo es que la señora Medina Arellano, en sus redes sociales, anda muy campante anunciando su “Diplomado Internacional de Alta Especialidad en Ética e integridad”.

¿En qué momento se coló el cinismo en la UNAM? ¿En qué momento un oftalmólogo, se hizo pasar por doctor, sin haber recorrido jamás la ruta académica, y sin que nadie dijera nada?

¿Cómo podríamos pedirle a Graue, quien es un doctor de opereta, que se ocupe de sancionar el plagio de Xóchitl o el que ha aparecido en el mentado Comité de Ética?

Uno esperaría que, tras la revelación de esos hurtos, la UNAM ofreciera una respuesta enérgica que incluyera sanciones ejemplares. Pero esa abulia y displicencia sólo nos deja dos posibilidades: Que la campaña contra Yasmín Esquivel era una vendetta personal de Graue contra ella o, peor aún, que una acción concertada para descarrilarla en la Suprema Corte de Justicia.

 

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