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Ha sido acusado en múltiples ocasiones por supuestas prácticas monopólicas en sus empresas; se les cuestiona por haberse beneficiado reiteradamente de diversas licitaciones públicas
JOSÉ LUIS GARCÍA CABRERA.
Ciertas o no sus supuestas aspiraciones políticas, lo real es que, mediante uno de sus principales operadores políticos, el tabasqueño Ignacio Cobo, Carlos Slim no dejaba de reunirse con reconocidos comunicadores, para analizar los escenarios políticos-financieros-económicos-sociales del país. El magnate, era (es) un hombre que sabía perfectamente cómo acrecentar el poder, a través de la información de primerísima mano, privilegiada, que le proporcionaba el vicealmirante y comisionado de la Policía Federal Preventiva, Wilfredo Robledo Madrid, y otros especialistas en el área de inteligencia; hombres observadores, analistas, competitivos e implacables, cuyo trabajo, al costo que fuera, era planear, captar información, analizarla, jerarquizarla y utilizarla.
Robledo Madrid había sido subdirector y director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), lo que lo hacía uno de los militares mejor enterados del acontecer político y policiaco del país, pues sabido era que a través del Cisen se espiaba a todo mundo, principalmente a los políticos considerados “enemigos” del sistema político nacional.
Carlos Slim Helú, el arquitecto del Grupo Carso que en 2002 lo había convertido en uno de los hombres más adinerados del mundo, y en México se le comparaba con el “Rey Midas” (personaje mítico, famoso por su extraordinaria capacidad para convertir en oro todo lo que tocaba), “es un hombre de una inteligencia especial para sentir los negocios; tiene esa intuición para advertir dónde está el éxito”, comentaba de él en aquellos años Juan Sánchez Navarro, considerado el gurú de los empresarios. Sin embargo, para Carlos Morera, experto de la UNAM dedicado a estudiar al Grupo Carso, la riqueza de Slim “no es un asunto de inteligencia pura”.
–Es una inteligencia que se complementó con una inusual destreza para manejar sus propias acciones, capitalizar adecuadamente las relaciones de poder, proteger su capital, acceder a créditos baratos, y una indiscutible destreza para manejar su dinero y el ajeno en los momentos oportunos. Como otros empresarios viejos y nuevos –abundaba el experto de la UNAM–, Slim recibió ayuda del gobierno salinista para obtener recursos a plazos cómodos e intereses bajos, y a través de un mecanismo instrumentando por el Estado pudo obtener el control de la más grande empresa estatal, Teléfonos de México, con sólo 5 por ciento de las acciones.
Según el mismo Slim, la fórmula que le convirtió en el hombre más adinerado del país y Latinoamérica la heredó de un vidente financiero para hacer del mercado accionario una mina de oro, la filosofía de un empresario que se hizo multimillonario comprando el pedazo de tierra más árido del Medio Oriente y destreza, mucha destreza.
BLANCO DE LA ENVIDIA DE SUS ADVERSARIOS
Como ha quedado ya dicho, en 1966, tres meses antes de casarse con Soumaya Domit Gemayel, Carlos Slim Helú ya era todo un empresario. Siguiendo la filosofía negociadora y empresarial de su padre, constituyó Inmobiliaria Carso. El mismo joven que después de adquirir Telmex se hizo multimillonario y, por lo mismo, se convirtió en el blanco de los despectivos epítetos sus adversarios, que como él, se ganaban la vida haciendo negocios lícitos y otros no tanto.
Durante décadas ha estado sujeto a críticas por sus prácticas monopólicas y explotación de grandes proyectos de licitación pública. Lo mismo se le ha etiquetado como un “sobreviviente de la crisis de los ochenta”, y por la forma cómo se ha hecho de muchas de sus empresas, como “comprador de gangas”. También le llaman “testaferro de Salinas de Gortari”, porque supuestamente el expresidente le vendió a subprecio Telmex, como parte de las políticas neoliberales de su gobierno.
“El mejor representante del capitalismo” y “la primera carta del Gobierno para explicar la crisis”, son otros de los señalamientos venenosos en su contra. Todo porque posee más giros empresariales que nadie, que controlan el mercado financiero mexicano; de telecomunicaciones con presencia en Centro y Sudamérica; que están a la vanguardia en la producción de químicos, cobre, autopartes, aluminio, metalurgia, electrónica, tabaco, el sector empresarial, etcétera, etcétera.
Pero, aunque semiretirado y con 83 años encima, el hijo de don Julián Slim Haddad Aglamaz ,que vendiendo dulces comenzó su imperio abajo de las escaleras de su casa, y ya hecho y derecho ha sido, en diversas ocasiones, el empresario del año; que en 2004 fue designado empresario de la década; ganó la medalla de honor al mérito empresarial de la Cámara de Comercio de la Ciudad de México.
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