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ANA MARÍA VÁZQUEZ
Hubo reclamos, presiones de Estados Unidos, “sesudas” críticas de supuestos ambientalistas, politólogos, líderes de opinión y por supuesto empresarios, pero el presidente López Obrador no dio su brazo a torcer, al contrario, el 31 de diciembre del 2020 decretó que el uso y adquisición de glifosatos y agroquímicos que lo contuvieran sería gradualmente sustituido por alternativas sostenibles y culturalmente adecuadas. Estados Unidos amenazó con sanciones afirmando que no existían pruebas que fundaran las declaraciones del presidente sobre el daño al ser humano por el uso de glifosatos y fueron más allá, amenazando con acudir a la Corte Internacional para que dirimiera ese asunto del maíz genéticamente modificado.
Al presidente López Obrador no le tembló la mano y en febrero se publicó en el diario oficial el decreto para la soberanía y seguridad alimentaria, prohibiendo totalmente la adquisición, importación promoción y utilización del maíz genéticamente modificado, así como glifosato o agroquímicos que lo contengan como ingrediente activo.
En una declaración del sábado pasado de la doctora Álvarez Buylla, directora general del Conahcyt, mostró una investigación del gobierno norteamericano, en donde se comprueba la correlación entre la exposición al glifosato y desordenes neurológicos como el Alzheimer, mostrando como puede atravesar la barrera hematoencefálica del cerebro. Los datos, fueron obtenidos a partir de la encuesta de salud de EUA, NHAES y la investigación relacionada fue publicada también en el Journal of Exposure Science & Enviromental Epidemiology el 6 de septiembre pasado.
Y aunque somos autosuficientes en maíz blanco, que se usa para consumo humano, aun importamos maíz amarillo transgénico y con glifosatos de Estados Unidos por un equivalente a 5 mil millones de pesos. El caso está en un panel de consultas del TMEC y en caso de fallar en contra de México, se podrían producir aranceles punitivos a los productos que México exporta. Sin embargo, las pruebas científicas poco a poco comienzan a inclinar la balanza y a darle la razón a nuestro presidente, que por supuesto, no se equivocó.
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