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Antonio Attolini
En el vasto paisaje de la política contemporánea, la transparencia y la apertura han emergido como valores cruciales para la construcción y el sostenimiento de una democracia genuina. En este contexto, la elección de Coordinador o Coordinadora cobra una relevancia inusitada, más aún cuando nos referimos a una fuerza política de la envergadura de Morena.
La importancia de que Morena establezca un proceso transparente, público y participativo para definir a su abanderado no radica únicamente en la formalidad del procedimiento, sino en la afirmación de los valores democráticos que exigen la inclusión ciudadana y el examen público.
La democracia, sustentada en la premisa de que el poder emana del pueblo, encuentra en la selección del Coordinador o Coordinadora nacional una encrucijada de profunda significancia. Este proceso no solo define al individuo que liderará la lucha política, sino que también establece el ideario y la plataforma que representarán al movimiento.
En un contexto donde la diversidad de voces y perspectivas es un pilar de la sociedad, un proceso transparente y abierto asegura que todas las facetas de la ciudadanía encuentren eco en el escenario político.
La historia política ha marcado con tinta indeleble la importancia de los procesos de selección abiertos. La convocatoria de candidatos a través de procedimientos internos y herméticos no solo potencia la persistencia de camarillas y élites partidistas, sino que también corroe la confianza del público en la legitimidad del proceso y, por extensión, en el sistema democrático en su totalidad. La advertencia de la “Ley de Hierro de la Oligarquía” nos insta a considerar con cautela la concentración del poder. Esta teoría, concebida por el sociólogo Robert Michels, plantea que incluso los partidos y movimientos políticos más inclinados hacia lo progresista pueden, con el tiempo, transformarse en estructuras oligárquicas donde unos pocos detentan el control y la toma de decisiones, marginando la participación de las bases. La historia nos ofrece ejemplos que corroboran esta predicción ominosa.
En este sentido, la adopción de un proceso transparente y participativo no es solo un anhelo idealista, sino una herramienta que puede contrarrestar la erosión gradual de la democracia interna. La “Ley de Hierro de la Oligarquía” nos recuerda que si no se supervisa con cuidado la acumulación del poder, el riesgo de que las estructuras internas se vuelvan opacas y cerradas aumenta sustancialmente.
La solidez de un partido se basa en su capacidad para renovarse y adaptarse a los desafíos cambiantes. Un proceso público y transparente para la selección del candidato presidencial no solo enriquece la legitimidad de la elección, sino que también revitaliza sus fundamentos y conserva su cohesión interna. En un clima político donde la polarización y la desconfianza están al acecho, la apertura en el proceso de selección emerge como un antídoto vital que puede contrarrestar la declinación de la confianza en las instituciones políticas.
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