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Antonio Attolini Murra
Cuando son militantes y representantes populares del PRI, todos y todas representan la última línea de defensa en contra del autoritarismo y de la discrasia come-niños que representa Morena. Son héroes que resisten el embate de destrucción (mejor conocido como “pérdida de privilegios”) que arrasa todo a su paso. Son próceres de la Patria en cada discurso que descalifica a la voluntad popular al llamarlos “acarreados”. Eso representan para la dirigencia del PRI sus militantes allegados y representantes partidistas. Ah, pero cuando estos mismos denuncian las trampas, triquiñuelas, corruptelas y traiciones de esa dirigencia, inmediatamente los mismos hombres y mujeres pasan a ser unos vendidos, come-cuando-hay, lambiscones. Así tal cual les llamaba Alejandro Moreno a senadores como Miguel Ángel Osorio Chong o Eruviel Avil, dos militantes cuya trayectoria territorial fue probada —con todo y trampas incluidas— en las elecciones que se robaron de Hidalgo y del Estado de México.
Esa forma tóxica y agresiva de relacionarse con su propia debacle es propia de su incapacidad de reconocer el cambio en los tiempos políticos y en la sensibilidad social. Llaman ‘vendidos’ y ‘tontos’ a quienes deciden votar por el Presidente López Obrador, creen que la voluntad se compra con un apoyo social y desprecian por completo cualquier cambio que ponga en jaque privilegios. Muy básicos, comprensible como puede ser, ¿cómo no? Han perdido sistemáticamente cada elección en la que han participado, se han convertido en un partido local lagunero y no hay futuro ni proyecto más allá de la ambición personal de Alejandro Moreno.
Me queda claro que fue una gran decisión de Osorio Chong o cualquiera que renuncie a un espacio donde no se sienta cómodo. Así es la democracia. Es muy penoso que baste renunciar a un espacio —por desplantes públicos y notorios— para que exista una maquinaria de desesperación, de descrédito y poco conocimiento de la trayectoria de cualquier compañero en política. Mi solidaridad. No se merecen tamaño desprecio de una dirigencia tan chiquitita.
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