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Manifiesto | La migración como consecuencia

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Abraham Mendieta

Décadas de pobreza, expolio y violencia en toda Latinoamérica, han generado una ola migratoria sin precedentes, con flujos masivos de personas en una región que siempre ha estado supeditada a los intereses geopolíticos de la potencia norteamericana.

Fueron los EEUU quienes abrieron su puerta a los opositores cubanos no por convencimiento y solidaridad, sino como herramienta para presionar al gobierno de la isla, aunque hoy les nieguen el asilo. Los mismos que hicieron un llamado a los venezolanos y venezolanas para salir de su Patria, pero que hoy les cierran sus puertas tras reconciliarse petroleramente con el país caribeño.

Al igual que con el narcotráfico, México paga las consecuencias de una política migratoria hipócrita, y condicionada por los miles de kilómetros de frontera en el norte del país. Pero eso no exime al Estado Mexicano de cumplir su obligación como país de tránsito: dotar de cuidado, asilo y acompañamiento a quienes más lo necesitan, sin importar su nacionalidad. En septiembre de 2019, y ante la determinación de que los asuntos migratorios comprendían en mayor medida a la geopolítica que a la seguridad nacional, se creo la Comisión Intersecretarial de Atención Integral en Materia Migratoria, encargada de esta política,
y dirigida por el Canciller Marcelo Ebrard a través de la SRE, desde donde se ratificó y ejecuta, con grandes avances respeto al pasado, el famoso Pacto de Marrakech para una migración ordenada, segura y regular.

Y es que, cuando la tragedia aparece con la crudeza de esas 39 vidas hermanas perdidas en una instalación pública de Ciudad Juárez, la obligación del Estado es: verdad, justicia, reparación y no repetición, y quienes creemos en un gobierno humanista y comprometido con los derechos humanos, sabemos que la palabra de un hombre honesto como López Obrador, pesa lo suficiente como para lograrlo. En términos personales, y como alguien que encontró en México a una Patria que a pesar de sus muchos problemas, siempre fue acogedora y generosa, tengo la obligación de pugnar para que todas y todas, vengan de Madrid o de Quetzaltenango, encuentren la misma calidez y el mismo ejercicio de derechos que tuve yo. Si no lo hiciera, no estaría siendo justo, siquiera, conmigo mismo.

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