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Jorge Gómez Naredo
El viernes pasado, Nayeli Roldán, reportera del portal Animal Político, acudió a la mañanera y le cuestionó al presidente sobre el uso de herramientas de inteligencia por parte del Ejército Mexicano. La reportera nombró a las labores de inteligencia “espionaje” y dio a entender en su pregunta que el actual gobierno viola los derechos humanos de las personas y es igual a los anteriores. Estas preguntas dieron pie para que periodistas afines al portal Animal Político dijeran que el presidente López Obrador estaba “maniatado” por el Ejército, que lo defendía, y que casi casi vivíamos en una dictadura militar.
La reportera Roldán, terminó su intervención afirmando que ella sí era una verdadera periodista, y que su trabajo la avalaba, y dio a entender que la demás gente que acude a la mañanera no tiene las capacidades periodísticas que ella posee. La intención de Animal Político es mostrar la imagen de un gobierno que viola sistemáticamente los derechos humanos de ciudadanos.
Pero más allá de los objetivos de ese portal que, sin duda, se ha alineado con la derecha y con el golpeteo de ésta a la actual administración (tan es así que las figuras más nefastas de la vida política mexicana celebraron la “valentía de Nayeli Roldán”), lo que debemos tener muy en claro es que, los periodistas en México, tienen completa libertad para publicar lo que les dé la gana, y pueden cuestionarles todo a la figura máxima de autoridad política en el país: al presidente.
Sí, las mañaneras son eso: el espacio para que los periodistas puedan tener un contacto con el mandatario y que, si surge algún tema, lo puedan plantear ahí. Un diálogo y un debate. Eso hace la vida pública en México se fortalezca, y que no sólo las figuras políticas puedan ser criticadas por la gente, sino también los propios periodistas, que antes parecían incriticables, y ahora están en la discusión. Porque al final, con lo que estamos viviendo, no sólo se discute lo que hace la clase política mexicana, sino también la prensa, la sociedad organizada, etcétera. Eso es un cambio radical, aunque algunos periodistas soberbios lo nieguen.