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Manifiesto | Los restos del naufragio

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Abraham Mendieta 

Semanas después de que el Partido Acción Nacional recibiera el golpe político y jurídico más fuerte de toda su historia, firmado por la Corte de Nueva York, es momento de hacer recuento de daños. Por un lado, el sector calderonista dentro del PAN queda completamente desfondado, e incluso, su propia bancada en la Cámara de Diputados, exigió bajar el perfil de Margarita Zavala y sus afines. Esto incluye a familiares, como la Diputada Mariana Gómez del Campo, excolaboradores de dicho sexenio, o amigos de la familia.

Este castigo no es solo una respuesta por la condena de García Luna, sino por el manejo que este grupo hizo del tema. Apenas unos días antes del veredicto, Margarita Zavala, envalentonada y rodeada de sus cercanos, tomó la palabra para defender la estrategia de seguridad de Felipe Calderón, insinuando la inocencia de García Luna, algo muy costoso no solo para ella y quienes la rodearon, sino para la bancada en su conjunto, que se vio obligada a abandonar el pleno el día del veredicto.

Por otro lado, los que hoy gobiernan el PAN, un grupo de juniors amantes del dinero y ajenos a la doctrina, también se encuentran en problemas, con los escándalos jurídicos inmobiliarios, pero son de naturaleza más pragmática, como Jorge Romero, coordinador de sus Diputados Federales, quién no tuvo ningún problema en desvincularse de la familia Calderón/Gómez del Campo, que tan redituable le fue al inicio de su carrera política.

También andan por ahí los gobernadores panistas, que ni por error se molestan en defender a sus compañeros; preocupados porque los escándalos no les alcancen, mientras intentan mantener la mejor relación
posible con Andrés Manuel, y con su hermano, Adán Augusto, quién opera con propios y ajenos las prioridades del Gobierno Federal con bastante efectividad política. Y entonces aparece, como última salida, la vieja guardia de siempre: A la prepotencia y grosería de Fox y de “El Jefe Diego”, se sumaron los desplantes irrisorios un Santiago Creel deseoso de ser, por fin, el candidato presidencial, aunque sepa que juega solamente para perder, y tener un retiro “digno”. Los restos de un naufragio político que difícilmente alcanza, siquiera, para mantenerlos a flote.

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