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Sebastián Ramírez Mendoza
En una urbe con las características de la nuestra, el espacio público digno es necesariamente un conducto para ejercer plenamente el derecho a la ciudad, sin mencionar que es vital para mejorar los servicios ambientales, que también son un derecho de todas y todos.
Durante el anterior gobierno, se tuvo una gran urgencia por privatizar un sinfín de espacios en la Ciudad de México, principalmente para construir desarrollos inmobiliarios y centros comerciales, a la vez que los parques públicos y áreas verdes se dejaron en total abandono.
El contraste con el programa ambiental y de espacios públicos del Gobierno de Claudia Sheinbaum es evidente, y para muestra, un botón: en la planta de asfalto sobre Avenida del Imán en Coyoacán, los
vecinos tenían desde el 2013 pidiendo al gobierno capitalino la creación de un parque público donde las familias pudieran llevar a sus hijos, esto a raíz de que en ese año el gobierno de Mancera cediera la propiedad del predio a una empresa privada para un desarrollo inmobiliario. Tras la organización de las y los vecinos de los Pedregales, se le dio revés al pulso privatizador. Este gobierno entregó el año pasado el Parque -públicoCantera a las y los coyoacanenses.
Con mil 300 millones de pesos, en los últimos 4 años se han rescatado mil 500 hectáreas para devolvérselas al Pueblo de la Ciudad de México convertidas en 16 parques públicos y espacios recreativos en donde el tejido social se puede reconstruir. En diciembre de este año termina el proyecto Chapultepec Naturaleza y Cultura, uno de los principales pulmones de nuestra Ciudad será uno de los complejos culturales más
grande del mundo.