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Ricardo Sevilla
Andrés Manuel López Obrador terminará su gestión siendo uno de los presidentes más ilustres de la historia de México. Usted recordará que, en 2006, una cúpula de malandros disfrazados de políticos, movieron sus hilos funestos para que AMLO no llegara a la presidencia. Durante seis años, Felipe Calderón, un sujeto extraviado en un narcisismo alcohólico allanó la presidencia de la república.
El resultado fue nefasto para México: una ola de crímenes, asesinatos y una falsa guerra contra el narcotráfico inundó de sangre este país. Genaro García Luna, el “súper policía” de Calderón, fue la mente criminal encargada de barrer con los “enemigos de la nación” (muchos niños y adultos mayores, vaya ironía). Hoy sabemos que el flamante secretario de Seguridad Pública del calderonato no era más que uno de los operadores del Cártel de Sinaloa.
Y lo peor fue que, con García Luna, marcharon un hatajo de “periodistas” que, desde sus medios de desinformación, se encararon de lavarle la cara (y cobrarle en dólares). Hoy, Genaro, “el Metralleta”, apodado así por su manera de hablar torpe y repetitiva, está siendo juzgado en una corte de Estados Unidos. Su caída ha sido larga y estrepitosa.
Calderón, por supuesto, está preocupado y, ni tardo ni perezoso, ha huido de México. Algunos de los testigos que han declarado contra García Luna en EU han señalado al expresidente panista como el hombre que
estaba detrás de las acciones del “súper policía”. Y así es. Calderón, si no termina en la cárcel, si será recordado por una biografía que irá a parar al basurero de la historia. La biografía de Enrique Peña Nieto no será distinta: un títere cuya ineptitud fue recompensada con dinero mal habido y el consecuente repudio del pueblo. EPN no será más que un tipejo analfabeto que será recordado por su mediocridad y su lenguaje repelente.
Ante ellos, la figura de López Obrador, abanderando una política que privilegió a los pobres, se antoja como una suerte de hagiografía. No cabe duda: al terminar su mandato, la gestión de López Obrador se impondrá como un grato recuerdo en la memoria colectiva.