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Abraham Mendieta
Esta semana inicia el nuevo período legislativo en la Cámara de Diputados, que se acumula a una legislatura hiperpolítica, pero con la particularidad de que, esta vez, las bancadas oficialistas y opositoras, tendrán que demostrar su capacidad de imponer agenda pública en tribuna mientras ocurre la coyuntura electoral del estado más poblado del país, el Estado de México, que evidentemente es la entidad con mayor número de diputadas y diputados electos.
Por mucho que los poderes y los procesos deban guardar sus distancias, especialmente cuando del voto se trata, es evidente que están en juego intereses demasiado jugosos, y sin embargo, el desánimo en la mayoría de las legisladoras y legisladores de oposición es claro.
No es pesimismo, es memoria: a ningún priista se le olvida lo ocurrido en Hidalgo el año pasado, donde la dirigencia tricolor disputó su bastión, volcando todo el apoyo a su consentida candidata, con todos los recursos partidistas disponibles, y con “operadores invencibles” a su servicio, que acabó en una humillante derrota opositora, perdiendo 2 a 1 contra Morena, a pesar de controlar el gobierno del estado.
Incluso entre los más fieles empresarios y operadores del priismo mexiquense, la reflexión es muy clara: actuar con cautela para, al menos, tener interlocución con un previsible gobierno de Morena, con la Maestra Delfina a la cabeza.
Por otro lado, el panismo no se juega absolutamente nada en esta elección: nada tiene en el EdoMex, y nada pierde aunque se defenestre su aliado electoral, ese con el que negoció que todas las candidaturas del 2024 fueran blanquiazules, a cambio de que los tricolores impusieran candidatos hoy, en sus últimos reductos.
¿Escuchas el silencio de aliados, operadores y diputados? Es la cautela de los interesados.