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Antonio Attolini Murra
No podemos apostarle a la desmemoria, como si lo han hecho los ex presidentes Felipe Calderón y Vicente Fox. Al primero lo tildan de borracho y de corrupto; al segundo, de tonto y hasta de senil. Todas estas apreciaciones se quedan cortas y palidecen a un lado de lo que realmente fueron: cómplices y facilitadores de la barbarie que azotó a este país mientras fungieron como Presidentes de la República habiendo jurado guardar y hacer guardar la Constitución.
Que no trivialice nadie lo que estamos por vivir: la confirmación, fuera de toda duda razonable, de que el gatillero del crimen y ex funcionario público federal, Genaro García Luna era un empleado de la delincuencia.
Mi compañero de casa editorial, mi dirigente partidista en la Ciudad de México y amigo personal, Sebastián Ramírez, levanta las preguntas correctas
respecto a este caso. ¿Qué tiene que decir Lía Limón –la atrabancada alcaldesa del PAN en Álvaro Obregón—, quien fuera subsecretaria de Derechos Humanos en la SEGOB en el tiempo en el que dicha dependencia desvió 745 millones de dólares en contratos que simularon servicios que nunca ocurrieron? Pregunta también Sebastián y vale la pena hacer eco de ello: ¿Qué tanto poder habrá tenido el hampón de Garcia Luna en el Partido Acción
Nacional que en 2012 dicho partido impulsó a Isabel Miranda de Wallace, una de sus comparsas en el sexenio de Calderón?
¡Fuera máscaras! La simulación y la farsa llegan a su fin después de casi una década de que el Pueblo de México haya puesto los muertos y el dolor mientras que estos miserables saquearon a gusto cuanto quisieron y las veces que quisieron a costa de nuestra seguridad y paz. Nunca más volverán los tristes e inmundos días en los que se gobernaba en contubernio con la delincuencia organizada. Hay mucho todavía que explicar.