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Antonio Attolini Murra
El subsecretario Ricardo Mejía Berdeja es
un funcionario de primera. Muchos amigos míos que trabajan o trabajaron cerca del ámbito de la seguridad en este sexenio se refieren a Ricardo con la más alta estima y consideración.
Eficiente, proactivo, diligente y leal. Es fácil para todos reconocer la estima personal y confianza profesional que deposita el Presidente en él. No me queda la menor duda de que eso sea cierto. Quizá —me atrevería a decir— incluso se quede corto a lo que en realidad es.
Sin embargo, el dirigente Ricardo Mejïa Berdeja deja mucho que desear. Cuando la única herramienta que tienes es el mazo, todo reto o dificultad la resuelves a golpes: de autoridad, diciendo que el Presidente te eligió; de mando, diciendo que encabezas un proyecto; de mesa, desconociendo el resultado de la encuesta y mandando todos al diablo.
Los tres tipos de golpes con los que Ricardo busca amoldar la realidad a su gusto y necesidad, todo a expensas del proyecto que dice defender y promover en un estado en donde no hizo política durante 25 años.
Su actitud retrasa el proceso de consolidación de nuestro equipo y del proyecto obradorista en Coahuila. Lo que uno construye por la mañana, él mismo lo destruye por las noches y los fines de semana cuando visita el estado.
Quiero que el Ricardo funcionario hable con el Ricardo dirigente y lleguen a un acuerdo pronto, mucho se lo agradeceríamos.
