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Ana María Vázquez
Es lugar común decir que México es el patio trasero de Estados Unidos en alusión a que todo lo “peor” de nuestro vecino del norte viene a parar a nuestro país y al final, no está alejado de la razón, pero ¿sabías que México tiene ya un “patio trasero”?
Y es que ahora los que aún llaman la Madre Patria al país europeo han decidido cobrar los favores recibidos y ahora España abre las puertas a supuestos empresarios o catedráticos, aunque su hoja de vida en nuestro país los tache como lavadores de dinero, vendepatrias, traidores y delincuentes de cuello
blanco.
Enrique Peña fue el primero en abandonar nuestro país y hacerse acreedor a una visa dorada otorgada por el gobierno de España que le da derecho
a residencia indefinida, no obstante tener tres carpetas de investigación abiertas.
Carlos Salinas, luego de dar tumbos por el mundo desde que dejó el cargo y vivir en Irlanda, siguió los pasos de Peña y, esgrimiendo su supuesta ascendencia Sefardí, logró dar trámite a su nacionalidad.
El último de ellos es Felipe Calderón, quien, quizá viendo cercano el juicio contra García Luna que se celebrará a principios de enero de 2023 y su implicación en el caso, ha decidido poner tierra de por medio y de la mano del ex presidente de gobierno español, José María Aznar, ha conseguido una
plaza como académico “altamente calificado”.
El miedo por supuesto no anda en burro y la urgencia de mudarse de los tres exmandatarios, señalados públicamente por sus nexos con el crimen organizado, la entrada del neoliberalismo y el clientelismo son, a grandes rasgos las características que destacan a cada uno de los tres nuevos residentes del suelo español que quizá unidos a Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Mario Vargas Llosa, sueñen con la ansiada “reconquista de las indias” ante lo que ellos han llamado el “retroceso de la izquierda”.
Lo cierto es que el actual gobierno se negó desde el principio a iniciar una cacería de brujas contra ellos y ha sido el pueblo quien los ha detenido en la calle
para gritarles “asesino, ladrón” entre improperios e insultos. ¿Será acaso el miedo a la justicia o su propia conciencia -si es que la tienen- lo que los obliga a irse del país?
