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Salvador Guerrero Chiprés
Si empresas como Ticketmaster se abstienen de sobrevender boletos, tenerlos será nuevamente garantía de que el cliente disfrutará espectáculos sin el drama y la falsedad de que se clonaron.
La lección del concierto de Bad Bunny fue dura para cientos de fans que no pudieron ingresar al Estadio Azteca. Exhibe la obligación de sujetarse a regulaciones que ya prohíben prácticas desleales en la venta de entradas.
En la penúltima de las presentaciones del puertorriqueño, no solamente dos problemas quedaron expuestos —la reventa y la cancelación de tickets ya comprados—, sino también la probabilidad de que sin escándalo hubiéramos ignorado estas prácticas, improbablemente inéditas.
Sobre la reventa, recordemos: incurrir en conductas ilegales implica el riesgo de ser víctimas de delitos conexos.
Los revendedores ofertan, por definición, sin ninguna garantía; hay tanta ilegalidad de quien la realiza, como de quien adquiere el producto del engaño al buen comercio.
La presentación de Bad Bunny destapó irregularidades en Ticketmaster y la posible emisión de boletos duplicados. Por intermediación de la Profeco, encabezada por Ricardo Sheffield, la empresa deberá indemnizar a los consumidores afectados.
Hasta ahora, hay más de mil 600 solicitudes de reembolso. Este sistema acumula 448 quejas ante la Profeco entre 2018 y 2022, por negarse a la devolución de depósitos, a cambios o incumplimientos.
En la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 5533, del Consejo Ciudadano de la CDMX, hemos brindado orientación jurídica por fraude en la compra de boletos, en montos de los mil a más de 10 mil pesos.
Legislar prácticas de abusos se vuelve necesario, pues como lo dijo la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum: “(…) lo que se presentó no solo fue un caso de reventa, sino un caso en donde la empresa tuvo fallas”.
Y no basta, como dice Bad Bunny en una canción: si tú me lo pides, yo me porto bonito.