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Arreando al Elefante | Sin historia y sin castigo

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Ana María Vázquez 

Nueva York devuelve a México una carta escrita por Hernán Cortés, esa es la reciente nota que detalla
la recuperación de uno de los valiosos documentos que han sido sustraídos del Archivo General de la Nación a lo largo de los años.

Como si fuera parte de la trama de una novela de misterio, en este sexenio se ha dado un fuerte impulso a la recuperación de piezas que cuentan nuestra historia; así, figurillas, arte sacro y documentos están siendo poco a poco devueltos a la nación antes que las grandes casas de subastas dispongan de ellos.

Se tiene noticia que fue durante el gobierno de Miguel de la Madrid, donde se dio la primera nota del saqueo que ya para entonces era importante y en ese entonces también se perpetró un robo importante al Museo de Antropología de la capital mexicana, aprovechando el caos desatado por el sismo de 1985 en el que un par de jóvenes saquearon el museo y huyeron en un Volkswagen.

El responsable, Carlos Perches, fue aprehendido y la totalidad de las piezas se recuperaron, sin embargo, es este el único dato que se tiene de una aprehensión por robo o tráfico de piezas que constituyen la base del patrimonio de México y que, más allá del rastreo internacional y las gestiones diplomáticas para la recuperación de los tesoros mexicanos, pero sin detenidos.

El Archivo General de la Nación se crea formalmente en 1823 con la encomienda de preservar la memoria histórica y ser fuente de consulta; en la época juarista, fue el propio Benito Juárez, quien consciente del valor de esos documentos, los resguardó personalmente durante tres años para que no cayeran en manos de los enemigos que lo perseguían; desde 1872 hasta 1911 se dieron a la tarea de empastar y clasificar en legajos todos los expedientes de la historia de la nación, luego se resguardó en el Templo de Guadalupe y más tarde a Tacuba 8. Su última (y esperemos que final sede) se ordenó en mayo de 1977, el antiguo Palacio de Lecumberri, donde hoy permanecen.

De ésta última época, se documentó la “pérdida durante el traslado” de documentos que aún permanecían sin clasificar ni documentar cabalmente y desde entonces hasta ahora, es incontable el número de robos y saqueos que dichos archivos ha sufrido. Lo indignante, lo terrible es que los responsables permanezcan aún en el anonimato y que el gran robo sufrido desde 1977 hasta la fecha, permanezca impune.

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