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Sebastián Ramírez Mendoza
Esta ha sido una semana terrible para Latinoamérica, y digo para toda la Patria Grande porque nada de lo que ocurra en un país hermano, nos debe ser ajeno.
Primero, la cobarde condena a la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández, en un evidente caso de lawfare, en el que el ala conservadora de su país intenta a toda costa evitar que llegue a la boleta presidencial, a pesar de que ella ya ha expresado que no tiene intenciones de hacerlo; y no podemos perder de vista que esto sucede a la luz también del atentado — afortunadamente fallido— que sufrió hace tres meses.
A pesar de que fue Mauricio Macri quien contrató una deuda brutal con el Fondo Monetario Internacional a costa del pueblo argentino, a Cristina se le señala de corrupción, pero no es más que una persecución por sus ideas.
Por otro lado, ayer fuimos testigos del golpe de estado que terminó en la destitución del presidente Pedro Castillo en Perú. Este asalto a la democracia peruana fue preparándolo la derecha durante varios meses desde el congreso, en donde el conservadurismo tiene mayoría calificada y quienes hace tiempo han atado de manos al presidente Castillo para el ejercicio de sus funciones.
En este sentido, las circunstancias fueron obligándolo a tomar decisiones encaminadas a recuperar la gobernabilidad de su país y
a no dejarse someter por la oligarquía y el poder económico que nunca le perdonó haber llegado a la presidencia siendo de origen campesino, maestro rural, y, sobre todo, con un proyecto quefavorecía a los pobres.
Como lo dijo López Obrador, esta persecución a las ideas de izquierda la hemos visto en México, él mismo la vivió cuando Fox y los poderosos que tenían secuestrado al país lo intentaron desaforar para evitar que contendiera en la elección de 2006.
Afortunadamente, el enorme pueblo lo sacó adelante. Confiamos en que lo mismo pasará en Argentina y Perú, en donde tanto le costó a sus pueblos lograr la auténtica democracia.
