27 lecturas
Abraham Mendieta
Desde que el presidente López Obrador presentó el año pasado su tercer informe de gobierno, ha reiterado de manera constante un elemento fundamental para el futuro de la vida pública nacional: el del relevo generacional que deberá suceder a medio plazo, a quienes lograron desde la izquierda llegar al poder político por la vía democrática.
De igual manera, este elemento no pasó desapercibido en el informe de este cuarto año de gobierno, en el que el presidente inició destacando la amplísima participación de las y los jóvenes en la marcha que precedió al discurso, donde volvió a hacer énfasis en la importancia del relevo generacional.
López Obrador sabe que la izquierda mexicana, a lo largo de estas últimas décadas, ha concentrado muchos esfuerzos en una tarea fundamental para las transformaciones políticas democráticas:
la defensa del voto, y que no hay tiempo que perder en otro esfuerzo capital, el de formar cuadro políticos, honestos y comprometidos con el pueblo, pero también solventes y eficientes electoralmente hablando.
En la mañanera del 13 de abril de este año, el presidente habló de la joven diputada Federal de Ciudad Juarez, Chihuahua, Andrea Chávez, de quien dijo que “podía jubilarse tranquilo” por la participación y liderazgo de jóvenes como ella, a la que catalogó como “relevo generacional”. Como ella, decenas de jóvenes destacan políticamente, a la izquierda, en todos los estados del país.
Es evidente que mi cariño por Andrea puede suponer un sesgo, pero creo que es claro que la 4T encuentra en muchos jóvenes un terreno fértil para seguir construyendo liderazgos sólidos y a largo plazo, otra carencia estructural que no ha podido solventar una oposición que ensucia el debate público con quienes ya tuvieron su oportunidad, y fracasaron.