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Jorge Gómez Naredo
Ayer, la oposición se unió para rechazar la reforma electoral que presentó el presidente Andrés Manuel López Obrador. PRI, PAN, PRD y MC se volvieron a quitar las máscaras y, sin tapujos ideológicos ni principios programáticos, decidieron decirle
no a una reforma que potenciaba y consolidaba la democracia mexicana.
¿Por qué votaron en contra? Por odio. Porque piensan que es más importante atacar al presidente que actuar a favor de la gente, del pueblo mexicano.
La reforma electoral permitía que hubiera mayor democracia, que los procesos electorales fueran menos costosos y que la gente participara más en ejercicio de democracia participativa. Estos cambios, enteramente positivos, fueron rechazados por los legisladores del PRI, PAN, PRD y MC.
Así pues, estos partidos políticos actuaron pensando en sus intereses y no en los de los mexicanos. No les importó que, según varias encuestas, la población estuviera a favor de la reforma electoral del presidente López Obrador. Nada valió. Ellos emitieron su votó en contra de una reforma que profundizaba la democracia y permitía un instituto electoral más ciudadano, más transparente y menos elitista.
Así ha actuado la oposición durante estos cuatro años: no le importa lo que la gente piensa y quiere, no le interesa beneficiarla y muchos menos abonar a la justicia. La oposición sólo piensa en sus intereses de grupo.
Pero, en realidad, así ha sido siempre: cuando los de la hoy oposición fueron gobierno, nunca beneficiaron al pueblo. Hoy están actuando igual.