25 lecturas
Ana María Vázquez
Hoy le llaman “disonancia cognitiva” a aquello que ves y los otros no; te preguntas ¿por qué no pueden mirar lo obvio?, por qué en medio del odio y el desprecio no logran ceder ni un milímetro
de terreno a la duda… ¿y si sí?, ¿y si investigo, si averiguo?
Éste, como todos, es un gobierno perfectible, no cabe duda, sin embargo, da pena hablar con gente que solo repite lo que dicen los medios masivos, sin dudar, sin chistar; el adoctrinamiento al que
es sometido una parte del pueblo aún permanece vigente y tristemente, crea una legión de odio.
Imposible contrastar noticias, impensable
dudar de quien, peinado, maquillado y leyendo el teleprompter con la línea editorial, despotrica a
su antojo. Es cierto que estamos en un país libre
y no solo de dicho, como sucedía en anteriores mandatos, sino de real libertad en donde los medios masivos y grandes periódicos, subvencionados
por los gobiernos anteriores, pueden decir verdades a medias y hasta mentiras tácitas sin que Gobernación los llame a cuentas como hacía antes y de ello se aprovechan para seguir adormeciendo, engañando, traicionando al pueblo al que quieren ver nuevamente dormido.
“La prensa se regula con la prensa” ha repetido mil veces el Presidente y sin embargo, el poder avasallador que todavía tienen algunos medios
hace que la lucha sea desigual y en muchas ocasiones, frustrante. Y los argumentos de los
ciegos que vimos en la marcha del INE son los mismos, repetidos, cansados, huecos, sin sentido
y lo peor, sin una argumentación clara que pruebe sus dichos, defienden a priori lo indefendible y justifican masacres, represión, el absurdo saqueo
de regímenes anteriores con la misma cantaleta:
Si creíste que dejaron ese tema, fallaste. Un artículo de Bret Stephens en el Washington Post lo vuelve a retomar a raíz de una llamada de Luis Rubio, presidente de México Evalúa y asesor de Jesús Silva Herzog entre 1981 y 82, cuando era titular de Hacienda durante la presidencia de López Portillo (ese que con lágrimas de cocodrilo dijo que “defendió al peso como perro”), así, de oídas, Stephens habla de un presidente que no conoce y de un país que ni siquiera vive, pero habla, eso sí, aunque sea de oídas.