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Antonio Atollini Murra
El caudal del Río Volga en Rusia, el más
grande del país desde donde escribo estas líneas, quedaría en ridículo si pudiéramos compararlo con el caudal que haría el Río de Lágrimas que
los neoliberales de México han nutrido en cuatro años con sus quejas y reclamos a este gobierno.
Lo que básicamente nos distingue, a sus ojos, es que ellos son “racionales” y que son capaces de ejercer con autonomía decisiones libres. Nosotros, dicen ellos, somos “acarreados”, “fanáticos”, “tontos”, “manipulados” y un sin fin de adjetivos que
todos apelan al mismo principio: no pensamos por nosotros mismos, sino que operamos bajo el impulso de satisfacer necesidades.
Como si eso estuviera mal, o no lo hiciera cualquier persona como parte de su dinámica diaria (uno come, toma, duerme, etc.), pero en fin.
Seguro lo han leído en algún lugar, no tengo duda.
Con esto en mente es que ahora se entiende mejor el argumento más socorrido por los neoliberales para justificar su propia marginación de la vida pública.
Dicen con soltura y sobrada soberbia: “aprobación no es lo mismo que eficacia.” ¡Qué tamaño estupidez! Le decía en la mañana del día en el que escribo estas líneas a un buen amigo que me acompaña en Rusia, “qué insoportable deberá ser vivir en un país de acarreados y fanáticos”.
Imagínense pensar no sólo que todos son tontos, sino que además todos deben ser educados y “salvados”. Por los clavos de Cristo, con razón expulsan espuma por la boca de coraje que les da vivir en un país que se construye para todos, no sólo para unos cuantos.
Bien dice el Presidente: “tonto quien piense que el Pueblo es tonto” y es que sí. Si ha aumentado el salario mínimo, si los hospitales ahora sí funcionan, si la Guardia Nacional ya no “dispara primero y pregunta después” como lo hacía antes la Policía Federal, si la cobertura de los programas sociales es constante y el dinero sonante, sería sólo obvio esperar que la gente apruebe la gestión del Presidente. Por más que quieran que la realidad se ajuste a sus prejuicios, eso no se puede, ni se va a poder.