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Jorge Gómez Naredo
Ayer marchamos más de un millón de personas, y lo hicimos con alegría. Con ganas. Con felicidad. Nadie nos dio una torta o un frutsi. Nadie nos dijo: “si no marchas, te quitamos esto o no te damos aquello”.
Nadie. Fue una marcha con gente convencida de apoyar un proyecto de nación, y al líder que lo en- cabeza.
El zócalo se llenó. La calle Madero se llenó. La avenida Juárez se llenó. Paseo de la Reforma se llenó. La gente desbordó todo. Hubo consignas. Pancartas. Mantas. Hubo gente gritando “es un honor estar con obrador” y “no estás solo, no estás solo”.
La marcha no fue una respuesta a la manifestación de hace 15 días “a favor” del INE. Incluso las marchas no son comparables. Son distintos motivos, distintas personas, y de una magnitud incorporable una de otra.
La marcha de ayer, pues, no fue la “contra marcha”, sino la marcha de un pueblo que confía en su gobierno y que lo apoya. De un pueblo que quiere y admira a su presidente, y que lo defenderá siempre.
Nunca, en este país, habíamos visto una relación tan estrecha entre la población y un líder político. Y menos con esa magnitud.
La derecha ha optado por descalificar a la marcha, por decir que fueron acarreados todos los que acudieron, por indicar que fue todo un “operativo de Estado” y que es imposible que el pueblo quiera a su gobierno.
La derecha no ha comprendido nada, no entiende que lo que estamos viviendo en este país es único, excepcional, y que el pueblo despertó, está alerta, y defenderá lo que ha construido.
El tigre, pues, está muy espabilado. Y también contento.