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Ana María Vázquez
Quizá por pequeño o por su raíz indígena, a Felipe le decían Felipillo y era bajo de estatura, aunque con aires de grandeza; se dice que abusó de su puesto y le gustaba hacer la guerra, así que inventó una donde murieron muchos. Aliado de los españoles que, aunque lo sabían traidor necesitaban de su intervención para hacerse de la riqueza del país, lo protegieron, cuidaron y a veces hasta le permitían parecerse a ellos por considerarlo imprescindible, ya que los ayudó a hacerse con las riquezas de otros pueblos del continente.
Pero el que traiciona una vez, siempre traicionará y años después vendió la suerte de sus protectores españoles y hoy la historia de ambos bandos lo llama traidor. Terminó sus días descuartizado en un cruce de caminos.
A veces estoy tentada a creer en la reencarnación, sobre todo cuando surgen historias como ésta, en la que Felipillo traiciona a Atahualpa y hace que Francisco Pizarro lo asesine. Pizarro se quedaría con el oro y plata inca y Felipillo con la guapa mujer de Atahualpa y algunas migajas del botín. Perú, Chile y Ecuador fueron los territorios donde Felipillo, al lado de sus protectores españoles, hizo de las suyas
y muchas anécdotas dan cuenta de su habilidad para hacerse de poder y riqueza.
El otro Felipillo, Calderón, está a un paso de ser parte de un proceso en el que García Luna, su mano derecha mientras fue presidente, es el principal protagonista. Luego del fraude electoral por el cual se le arrebató la Presidencia al actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador. En su sexenio reinó la corrupción, la guerra, creció el narcotráfico, los montajes, las desapariciones forzadas y los índices económicos se dispararon haciendo que en el país creciera absurdamente el índice de pobreza, y aunque en convenciones lo niegue, como en la convención del PP en Murcia el año pasado, los números no mienten, aunque seguramente haya que actualizar los conteos pues las fosas siguen surgiendo.
El Felipillo Inca que traicionó a tres países y sus semejanzas con el Felipillo mexicano; ¡cuántas coincidencias!