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Sebastián Ramírez Mendoza
Hace unos días nuestra ciudad fue sede de un encuentro de personajes de ultraderecha de varias partes del mundo en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC).
Encabezada por el argentino Javier Milei, el español Santiago Abascal, y el representante del grupo en México, un actor de apellido Verástegui, se dieron cita para descalificar muchas de las luchas de las izquierdas, pero que son, sobre todo, luchas del pueblo, como la lucha contra el cambio climático, o desde luego también para hablar sobre el peligro que representa el famoso fantasma del comunismo que recorre el mundo occidental.
Recordemos que hace no mucho la bancada del PAN, especialmente Lilly Téllez y Julen Rementería, le abrieron las puertas del Senado de la República a VOX, el partido de ultraderecha español, y el pueblo no tardó en manifestar su repudio, por lo que los conservadores mexicanos no tuvieron más que deslindarse del partido fascista, aunque su cercanía y tendencias antiderechos son bien conocidos en nuestro país.
No es casualidad que justo ahora, cuando la derecha mexicana ha decidido atrincherarse en nuestra ciudad, ocurra aquí una reunión internacional de fascistas, y tiene razón la jefa de gobierno cuando dice que a esas personas no las motivan razones religiosas ni científicas, sino odio puro.
Es importante que no perdamos de vista los alcances, no solo de los discursos de odio que promueven, sino de los regímenes absolutistas que, y basta mirar al sur de la patria grande para dar cuenta de ello.
Se dice que las alternancias entre gobiernos de izquierda y de derecha son parte del ciclo natural de cualquier democracia, sin embargo, si algo caracteriza a nuestra ciudad es su tendencia a la izquierda y no solo por las coaliciones que aquí han gobernado, sino porque es parte de la misma idiosincracia del pueblo capitalino. Que lo sepan los fascistas y los conservadores, en nuestra ciudad de derechos no pasarán.