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Arreando al Elefante | Ella

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Ana María Vázquez 

Ella salió de su casa a una comida con amigos que concluyó en un after en el departamento del novio de la amiga que la invitó, el fiscal declaró que había “muerto por congestión”.

Ella fue a una fiesta con unas amigas, dijeron que se había puesto necia por el alcohol, su última foto la tomó el taxista que la abandonó en la madrugada al pie de una desierta carretera, dijeron que “había bebido en exceso y cayó a una cisterna abandonada donde murió”.

Ella discutía con su marido en el auto, la policía la arrestó por una falta administrativa, sus familiares la volvieron a ver en el velorio, “se había ahorcado con su ropa interior”.

Ella defendía a su hijo con espectro autista, sus vecinos los acosaban, dijeron que “ella misma se había prendido fuego”.

“…Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…”

Ella hija, madre, estudiante, mujer. Ella sigue siendo acusada y revictimizada porque una autoridad se niega por encubrimiento, por maquillar cifras o por machismo a declarar que una mujer ha sido víctima de feminicidio.

Ella, sin importar el nombre, el rostro, condición social, físico o edad, sigue formando parte del círculo de violencia que pareciera no terminar y que las autoridades se empeñan en esconder.

Las cifras no bajan, Nuevo León sigue estando en segundo lugar, lo cierto es que ningún ser humano debería ser víctima de violencia, sin embargo, las mujeres ocupan el primer lugar en cuanto a la vulnerabilidad, vejaciones, abuso, trata y por supuesto feminicidio.

Una canción chilena del colectivo Lastesis recorrió rápidamente el mundo y se convirtió en himno contra la violencia machista, e inicia con la siguiente estrofa “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que no ves”.
Ella, hoy, es Ariadna, ojalá mañana, no sea NI UNA MÁS.

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