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Samuel Cantón Zetina
El primero de diciembre, cuando Andrés Manuel López Obrador rinda su cuarto informe, veremos uno de los fenómenos más extraños de la política mexicana: la conversión de un año en tres al mismo tiempo.
Nos explicamos: ese día, apenas se ajustarán 4 años de gobierno de la 4T. Pero al día siguiente, que políticamente comience el quinto, empezará a correr el año en que MORENA elegirá candidato entre sus “corcholatas”.
Aunque si la selección del abanderado guinda equivaldrá a elección directa del sucesor de AMLO, entonces el cuarto y quinto se encontrarán con el sexto y último de sexenio, toda vez que al existir virtual relevo se produce mágicamente una transferencia de poder y fin anticipado de ciclo.
Desde esa óptica, las tapas empezarán a desprenderse del destapador para empezar a ser ellas mismas. Van a subir de tono e intensidad sus precampañas, no para ganarse la voluntad del presidente -esa etapa habrá terminado-, sino para posicionarse de la mejor manera posible ante la población, de cara a las
encuestas de las que emergerá el vencedor.
López Obrador ha conducido el “sacaceite” y depurado la lista. Toca a las “corcholatas” ganarse el favor y voto de los mexicanos. Seguramente, los
términos en que AMLO se va refiriendo a sus pupilos corresponda a ese inevitable desprendimiento.
La semana pasada, por ejemplo, dijo que “las quiere por igual”, y que no hay diferencias. Son sus “hermanos” -es como en la familia-, y no quiere más a ninguno. Como si pusiera el marcador en tablas.
Sí estableció, sin embargo, un punto fundamental: la importancia en política de la lealtad, aunque aseguró que no a la persona sino al proyecto de Nación que se defiende.