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Antonio Attolini Murra
No se puede debatir con los arrogantes y reaccionarios representantes de la derecha. Si no se puede debatir, entonces hay que humillarlos por sus malos modos, su falta de pudor, astucia y gracia a la hora de montar su espectáculo en búsqueda de atención
y reconocimiento. Sí, humillarlos. No son interlocutores válidos porque atentan contra las tradiciones republicanas y las buenas costumbres políticas. Dejen de hacer relevante a gente tonta.
¿Qué razón o argumento queda en una discusión con una senadora que, por un lado, sobaja el honor de la Guardia Nacional al
llamarla “el grupo de edecanes más caro de México”, pero por el otro solicita un cuerpo de protección especial y específico para
proteger a su familia? Delirante.
¿Qué razón o argumento queda en una discusión con un senador mojigato y agachón que dice defender la República de un “autoritarismo militar” (hágame usted el favor) por medio de bravatas y altanerías en la comparecencia del General Secretario?
Como dijera el ministro Zaldívar: ni lo topan, ¿para qué le hace al cuento? Dos ejemplos de las puestas en escena que senadores que llegaron por medio del encargo popular que el pueblo de México le dio a Morena y que hoy se confunden creyendo ser más relevantes, importantes y especiales que la gente que los puso ahí.
Por cierto, gente a la que traicionaron precisamente por intoxicarse con los humos de la hoguera de su vanidad. Son traidores. Hablan con mucho desparpajo, rebasando el límite de lo ridículo y exagerando con insultos a falta de un argumento serio. Les resulta muy fácil seguir echados en la hamaca meciéndose a la espera de una candidatura que habrá de confirmar, de una vez por todas, que polvo son y en polvo se convertirán.