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Salvador Guerrero Chiprés
Hace 22 años y luego de medio siglo de trabajo, científicas y científicos congregados en el Proyecto Genoma Humano hicieron un descubrimiento invaluable que cambió radicalmente la forma de percibir a la especie humana: descifraron la secuencia del código genético contenida en el ADN.
La conclusión es que todas y todos somos iguales en un 99.9%, lo que puso fin científicamente a la idea de la división de los humanos en razas. Nuestras diferencias residen solamente en el 0.1%, y ahí se aloja la apariencia física o rasgos fisonómicos: color de piel, complexión, estatura, forma del cráneo, rasgos faciales, color de ojos, textura y color de cabello.
Si esto es así, ¿por qué es aún frecuente escuchar la palabra raza y su concepto asociado, el racismo? Tan solo un dato que da cuenta de una realidad persistente es que el color de piel esté considerado, según la encuesta más reciente de la Copred, como una de las dos causas principales de discriminación.
En la actualidad, en México el Día de la Raza —empleado para conmemorar la llegada de Colón al continente americano— ha sido señalado como el Día de la Resistencia Indígena o Día del Respeto a la Identidad Cultural, en el que se reivindican los derechos de los pueblos originarios.
Como ciudadanía llegamos a este 12 de octubre con un concepto clásico de raza obsoleto, que debe ser erradicado a partir de la defensa de los derechos de todas y todos a la equidad e igualdad, como se impulsa en la Ciudad de México por la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum.
Desafortunadamente, tenemos que reconocer que todavía hay quienes, desde un ultraconservadurismo, consideran que las razas humanas existen. Como decía Einstein: “es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio”.