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Luego de ser violentada varias veces, el criminal la torturó hasta que la privó de la vida.
Redacción Grupo Cantón.
Mariana Lima Buendía era el nombre de una chica muy inteligente y dedicada al estudio de las leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), situación que la llevó a emigrar a Chimalhuacán, donde al realizar su servicio social en la Procuraduría conoció al que creía ser “el amor de su vida”, Julio Cesar.
Muchas mujeres soñamos con el día de nuestra boda, imaginamos caminar al altar, con todos nuestros familiares detrás y con un hermoso vestido blanco, decir los votos frente a Dios.
“Marianita”, como su madre la llamaba, decidió no ejercer su carrera universitaria y dedicarse a ser la esposa que, Julio César necesitaba en su hogar, pero jamás imaginó que a los
tres meses de esa fuerte decisión, llegaría a la casa de su madre, Irinea llena de moretones y tristeza en los ojos. “¡Usa esta falda para que te me antojes!”,”¡Si no obedeces
te meteré a la cisterna como lo he hecho con otras” y “Si te vas me voy chingar a tu familia”, eran las palabras que Julio César completamente alcoholizado le repetía a Mariana, durante los 18 meses que duró su matrimonio y que su corazón siguió latiendo.
Sonó el teléfono de la casa de Irinea localizada en el Estado de México, levantó la bocina y escuchó decir a Julio César “voy a matar a su hija si sigue así”, mientras se reía luego de haberse tomado unos tragos.
Fue así como la vida de Mariana, Irinea y el resto de sus familiares comenzó a ser un martirio, pues constantemente Marianita llegaba a su casa golpeada, cada vez más dañada y demacrada por la vida que llevaba.
Hasta que el 28 de junio, Marianita muy desesperada le dijo a su madre que mientras Julio César trabajaba en la fiscalía ella sacaría sus cosas de su hogar, “¿quieres que te acompañe?, dijo Irinea. “No, mamá”, respondió Mariana, “Yo comencé esto y yo lo tengo que terminar, estaré aquí comiendo con ustedes a las 3:30”.
Los minutos transcurrían, las horas pasaban y el reloj marcó las 4:00, las 6:00, las 9:00 y las 12:00 pero Mariana nunca regresó. Irinea fue a buscarla hasta el día siguiente a las 8:00 de la
mañana, después de recibir una llamada de Julio Cesar quien pregunto a qué hora había salido Mariana.
“¡Ya la mataste!”, grito Irinea por lo que rápidamente fue al domicilio de su hija con apoyo de su yerno e hijos. Al entrar al inmueble, encontró a su hija tendida en la cama, con el cabello corto para que Julio César no lo jalara y con los pies irritados como si los hubieran amarrado.
Además tenía golpes en todo su cuerpo, otro muy marcado en el rostro, sus palmas de las manos y plantas de los pies estaban arrugadas como si hubiera pasado mucho tiempo en
el agua.
La agente del Ministerio Público dictaminó que Mariana se había suicidado, sin embargo, los signos revelaban otra versión de los hechos. La Procuraduría encubrió a Julio César por lo que el proceso se extendió hasta la actualidad.
Ya son 12 años de la muerte de Mariana y aunque Julio César ya está en prisión preventiva oficiosa, aun hace falta que se dictamine la sentencia. Irinea jamás dejó de luchar por hacer justicia para Marianita.
“Traté de hacerla entender, pero no pude, me da tanto dolor no haber podido salvar a mi hija”, dijo mientras resbalaban lágrimas en sus mejillas, sostenía el teléfono y me compartía
su aterradora historia.
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