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Jorge Gómez Naredo
Carlos Loret de Mola, cuando dejó de ser el presentador estelar de noticias (matutino) del Canal de las Estrellas, parecía perdido, extraviado, sin dueño. Sí, continuaba teniendo su columna, y también su programa de radio, pero su influencia venía a la baja. Se estaba convirtiendo en una voz marginal, un cero a la izquierda.
Por su parte, el personaje de Víctor Trujillo, Brozo, había perdido su espacio en televisión abierta, y difundía un programa, con influencia marginal, vía internet. Ya habían pasado esos gloriosos años en que sirvió en el “destape” de los videoscándalos contra Andrés Manuel López Obrador.
Brozo seguía siendo un payaso, pero uno al cual casi nadie veía y escuchaba, y muchos menos tomaba en cuenta. Así era la vida para Brozo y Loret…, hasta llegó Latinus.
Un sector de la oposición entendió que el golpeteo contra la administración recién iniciada de AMLO no tendría efecto si venía de Televisa o de TV Azteca, dos televisoras rancias que aún mantiene mucho poder, pero que han perdido influencia en la agenda pública.
Por eso pensaron en una plataforma fresca. El problema era encontrar a sus caras visibles, y optaron -no sin riesgos por Carlos Loret y por Víctor Trullo, en su papel de Brozo.
Y al principio, la apuesta les funcionó: Loret y Brozo, aunque eran obvios, no lo eran tanto: hacían pasar su golpeteo por noticias y, su guerra sucia, por críticas. Pero conforme eso dejó de tener impacto, fueron haciéndolo más obvias en sus intenciones de golpear
a como dé lugar a AMLO, y más grotescos en sus montajes. Hoy ya no son “comunicadores críticos”, sino opositores que se rigen por la mentira, y la completa falta de ética.
