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Ricardo Sevilla
George Soros decía que “sólo los imbéciles pueden creer que los mercados tienen conciencia: los imbéciles y algunos profesores
de economía”. Y esa hace frase para ser una de las principales inspiraciones de Ricardo Salinas Pliego, un popular usurero que lleva
años evadiendo al fisco, quien entiende eso: que los mercados no tienen memoria.
Pero si los mercados carecen de memoria, la gente no. De hecho, el pueblo mexicano es bastante memorioso. Y eso deberían tenerlo
en cuenta los personajes que, con ayuda de políticos inmorales, han saqueado a este país.
Sólo un puñado de idealistas anquilosados podrían sostener hoy que la prosperidad está reñida con el bienestar del pueblo.
Actualmente, semejante idea no sólo es arcaica, sino impopular. Como decía el filósofo Leszek Kołakowski: “Cada uno de nosotros
puede ser juntamente socialista (querer reducir las desigualdades), conservador (respetar las tradiciones humanistas) y liberal (valorando la iniciativa y la competencia)”.
Lamentablemente la clase empresarial jamás ha sido muy amiga de la ética. Y Salinas Pliego, justo como Claudio X. González y otros empresarios que se han mostrado como enemigos del pueblo de México, son dueños de conglomerados empresariales donde impera la injusticia y, en el peor de los casos, el lacayismo. Más allá del dinero que acumulan, explotando y vejando a la gente que trabaja para ellos, sus compañías son un fracaso como modelo empresarial.
Ningún emprendedor sensato tomaría a estos personajes como inspiración. Y es que una compañía injusta está destinada al fracaso.
Se le puede imponer a los demás como una carga a una tiranía, pero está condenada al naufragio porque es incapaz de alcanzar los niveles de complicidad necesarios entre quienes trabajan en ella. Salinas Pliego, que es un estafador disfrazado de empresario, debería saber que nadie puede confiar en un sujeto que, además de insultar y sobajar siempre se ha deslindado.