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Ricardo Sevilla
A esta hora ya sabemos que Ricardo Monreal se reunió con uno de los mayores detractores de López Obrador, Silvano Aureoles, el
exgobernador perredista de Michoacán. A esta hora también sabemos que, en redes sociales, muchas personas condenaron el encuentro entre ambos personajes. Y con razón. Los dos han sido señalados, una y otra vez, por ser corruptos y “traidores”.
Pero resulta curioso que, justo después de su reunión con Aureoles, Monreal denunciara la supuesta exclusión de militantes en proceso interno del partido Morena.
Dice el zacatecano que hay “criterio arbitrario de las dirigencias” y descalifica el ejercicio que se realizará este fin de semana, acusando que “tiene vicios de origen”.
Poco después informó que no participaría en el proceso de selección de consejeras y consejeros porque, según él, “ya está muy
prefigurada la resolución y el resultado de este proceso”.
Monreal, a punto de lanzar pestes, dijo que podrían convertirse en dirigentes del movimiento personas que apenas hace poco
eran opositores, por lo que existe el riesgo de perder la esencia y el propósito del partido.
¿Y cuál será esa esencia, de acuerdo con Monreal? ¿O cuál debería ser el propósito de Morena, según Monreal?
Si el senador, aún morenista, fuera sincero, respondería que su ambición es que Morena se someta a su voluntad. Porque, digamos
las cosas claramente, el egoísta Monreal está acostumbrado a salirse con la suya. Y si no lo dejan, como ya lo ha demostrado en
otras ocasiones, ordena el “fuego amigo”. Y es que no debemos olvidar que, en 1998, Monreal salió del PRI porque no le dieron la
candidatura a la gubernatura de Zacatecas. No se fue por ideales ni por falta de empatía con el tricolor; se fue por ambición. Y esa ambición es la que también lo hizo abandonar el PRD y hoy podría hacerlo traicionar a Morena.