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Ana María Vázquez
La misma cantidad de historias, de desgarros, de destierros, de lucha en una tierra ajena y en la que se esfuerzan día tras día para sobrevivir. No hay mexicano que no tenga una raíz dispersa en EU, ni una madre que no dé gracias a Dios por los “dolaritos” que su hijo le manda, aunque él no tenga un techo seguro.
Las familias se rompieron en los años 40, cuando diversos acuerdos de trabajo temporal entre EU y México regularon su entrada a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Se les llamaba “braceros” porque trabajaban
con los brazos, en la cosecha o la construcción; después se les llamó también “mojados”, “espaldas mojadas”, “alambristas”. Se dice que, en aquella época, más de 200 mil mexicanos se enrolaron en aquel programa
gubernamental que cobró una “comisión” como “fondo de ahorro” por cada trabajador enviado, con la promesa de que se le devolvería la misma cuando regresara al país, pero este dinero nunca les fue devuelto.
Desde ahí y con las subsecuentes crisis, violencia y narcotráfico, el cruce de connacionales es frecuente y masivo, la pesadilla del cruce inicia al contactar al “pollero o coyote”, luego de una primera etapa quizá en el
“Chepe” (tren de negra historia para migrantes) o quizá a pie. Llegar a la frontera no es fácil, pero los que lo logran sienten que llevan la mitad del camino ganado; de ahí, dar con alguien que te ayude a cruzar es tarea fácil, basta con ir a zonas populares, los viejos cafés, la “zona roja”… preguntando se llega a USA. Luego del arreglo, que puede costar hasta 20 mil dólares, se organiza el cruce en lancha o a nado para ser conducido a pie por el desierto y luego subido en camiones de carga de doble fondo.
Ir por el “sueño americano” es por la miseria, el dolor y el miedo, y ya en territorio extranjero, las vejaciones que pasan, aquellos que cruzan solo ellos las saben, aprenden a callar, a llorar el autodestierro en silencio y a sobrevivir tras largas jornadas de trabajo. El Programa Bracero duró de 1942 a 1964, fue el único intento del gobierno para regular y proteger a los mexicanos en EU, aunque al final el mismo gobierno les robó sus ahorros.
El Presidente Obrador en su visita a Washington lleva como propuesta un programa que busca la preservación de los derechos de los “migrantes excepcionales” como los llamó; esta vez no habrá “cuotas” para los migrantes como sucedió en aquel programa, sino protección y regulación, sin entreguismos, en un trato de iguales, como debe ser.