83 lecturas
Ricardo Sevilla
Más que en crisis, el periodismo está en peligro. Y concretamente el periodismo de investigación. Se entiende que ciertas personas, organizaciones o agrupaciones (corruptas) detesten ser evidenciadas. Los
corruptos quisieran mantener ocultas sus infracciones. De ahí que teman, como a un cáncer, el periodismo de denuncia, el periodismo de datos duros.
Históricamente, el periodismo ha tenido que enfrentar la negativa de los dueños de casi todos los medios de comunicación corporativos a publicar historias controvertidas. Por lo habitual, los propietarios de tal o cual periódico, televisora o radiodifusora temen que algún negocio se les caiga o se les vaya de las manos si algún periodista de investigación critica o husmea demasiado donde no debe.
Infelizmente, hay que decirlo: los intereses políticos o empresariales suelen imponerse a las investigaciones. Además de las demandas (por difamación), la falta de presupuesto, ahora hay que agregar la intimidación por parte de las empresas, de los grupos políticos, religiosos y del crimen organizado que ven sus intereses vulnerados. La queja no es que en México haga falta una tradición investigativa. La hay. Y muy sólida. Pero el gremio, hay que decirlo con todas sus letras, tiene miedo. Y su alarma es explicable.
El periodismo de investigación es la rama más peligrosa de este oficio. Para nadie es un secreto que muchos periodistas que la ejercen han pasado por meses o hasta años de cárcel.
No son pocos los que, lamentablemente, han sido asesinados por exponer o revelar información que se quería esconder. Pero lo que los agresores deberían saber es que el rasgo que más distingue al periodista de
investigación no es el temor, sino la valentía.
Y justo por eso, los (pocos) periodistas que quedamos seguiremos buscando testimonios, confidencias y documentos para probar que la corrupción y las amenazas no surten efecto en el periodismo ético y decidido.