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Altavoz | L12: más apertura

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Salvador Guerrero Chiprés 

Existen situaciones que determinan a otras, que son su causa o que implican mayor peso al momento de explicar un resultado. Eso pasa con la Línea 12 y el accidente trágico del 3 de mayo de 2021.

Se puede explicar de esta forma: quien diseña, construye, supervisa la obra o le da mantenimiento a una casa tiene responsabilidad distinta si ésta llega a derrumbarse.

Por supuesto que el responsable de las dos primeras etapas es una empresa a cargo de la obra. Del resto también, en diversa proporción, habrá responsabilidad. Ayer, cuando Carmen Aristegui entrevistaba a Jorge Gaviño, ex director del Metro entre 2015 y el 2018, él afirmó que todos pensaron que estaba bien la obra civil.

Esto es que incluso quienes supervisaron la construcción y le dieron mantenimiento en sus primeros seis años de existencia no habrían sido, en su dicho, conscientes del riesgo oculto. Las conclusiones del
dictamen de Det Norske Veritas (DNV) -que en un ejercicio de transparencia la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia  Sheinbaum, hará públicas- establecen cuatro “barreras” preventivas que, dicen, habrían evitado el colapso de la trabe entre las estaciones Tezonco y Olivos.

Hubo factores centrales que debieron identificarse desde la supervisión de la obra y que no se podían conocer únicamente con inspecciones preventivas. Es lo que se llama “vicios ocultos”, que acecharon
mortalmente a las víctimas y se confía en que no provoquen fallas. En la L12, para desgracia de cientos de familias, no fue así.

Llama la atención que DNV introduzca el mantenimiento como la cuarta barrera y la coloque en un mismo nivel de relevancia, a pesar de que con ella no podían identificarse fallas estructurales.

Todos los reportes de mantenimiento que se hicieron desde la actual administración son públicos.

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