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Ana María Vázquez
La foto de una jovencita de 18 años al pie de la carretera en Nuevo León, sola, a las 5 de la madrugada se ha vuelto viral en las redes: Debanhi, que significa “Dios eterno, bendice a nuestra hija”; la última foto tomada antes de desaparecer. A ella, se unen muchos nombres, como los de Alma Delia, Sofía, Jacqueline, Regina entre otras muchas desaparecidas, llama la atención un comentario donde dice “Esto es México” y le respondo: esto ha sucedido siempre en México, solo que ahora las redes te dan más visibilidad, más cobertura.
En otro tiempo la nota no habría pasado de los periódicos de Nuevo León, hoy, por fortuna, lo sabemos todos. Pero en México, en este querido país que tanto amo, siempre ha habido desapariciones, feminicidios, violencia contra la mujer y esto no para.
Yo misma cuando rondaba sobre mis veintitantos estuve a punto de ser secuestrada, ni más ni menos por una patrulla, y no una, dos veces. La primera a un par de calles del metro Balderas; la segunda en la colonia San José Insurgentes.
Han pasado muchos años desde entonces y las desapariciones indudablemente han aumentado lo mismo que la población, hasta ahora, el cálculo conservador es de 90 mil en todo el país y lo que he visto es que se ha legislado, clasificado, creado institutos, brigadas de búsqueda y asociaciones, pero ni la violencia ni las desapariciones terminan.
¿Qué hace falta? Educación, valores, equidad. Pintar paredes no arregla nada, destruir monumentos tampoco, habría que destruir algo más importante: las estructuras internas en cada hogar, en cada escuela, en cada universidad, esas que festejan desde el chiste hasta la falsa valentía del macho.
Dejar de repetir los modelos que ponen un sello a cada persona y rige su comportamiento, desterrar socialmente toda actitud machista, desde la foto o meme gracioso que exhibe a una mujer, hasta frases y canciones que degradan, cosifican y denigran. Eso deberíamos hacer, pero para ello, nos falta mucho.