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Samuel Cantón Zetina
Es horrible que la CNDH y AMLO den a Mario Aburto la posibilidad de reabrir expediente. No es por el tiempo transcurrido desde el crimen de Colosio: 27 años.
Tampoco porque aún asesino confeso, carezca de derechos humanos.
No. Lo es, porque en ese lapso, miles de mexicanos han sido efectivamente víctimas de injusticias y de un sistema judicial basura.
Y no hubo ombudsman ni presidente que surgiera en su rescate.
Aburto es, además del hombre que despojó de la vida al sonorense, un gran mentiroso (fue condenado a 48 años de cárcel; con amparos logró una reducción mínima).
El mismo lo acredita al cabo de los años en prisión, en que repetidamente ha cambiado versiones.
Hace 8 meses, alegó ante la CNDH que desde su detención el 23 de marzo de 1994, ha sido objeto de tratos crueles, inhumanos y torturas.
Pidió reabrir el caso “para dar a conocer toda la verdad a la sociedad”.
Su familia, ansiosa como él de volver a ocupar espacios mediáticos, denunció que actualmente estaba “incomunicado”, lo que fue desmentido.
La Comisión ha pedido a la FGR nueva investigación, diciendo que hubo violación a su integridad personal, al debido proceso, y que era sometido a fajinas espantosas.
AMLO le ofreció protección si está amenazado y por eso guarda silencio.
Si tiene otros datos.
Al parecer, CNDH no encuentra en México tragedias personales y familiares a las cuales acudir, más recientes.
No ve a los que sufren detrás de las más de 100 mil muertes violentas en menos de 3 años del sexenio.
Hace 4 años, el periodista Rafael Cardona entrevistó a Aburto en el penal de Huimanguillo.
Obviamente, no estaba incomunicado. Allí se dijo “chivo expiatorio”, y que la ejecución de Luis Donaldo fue obra de ¡la CIA! Cardona lo describió como corpulento, con manos de oficinista: nada maltratadas, débiles, pero suficientes para apretar el gatillo de la Taurus 38 en Tijuana. “Mitómano y psicópata”, agregó de su personalidad.
Dispongámonos a escuchar sus cuentos.