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CIUDAD DE MÉXICO.– Hace muchos, pero muchos años, cuando yo era apenas un niño de algunos seis años de edad, muy ilusionado hice mi carta dirigida a los Reyes Magos, con el firme deseo de recibir regalos.
Más o menos decía así: “Queridos Reyes Magos, me he portado muy bien, se lo pueden preguntar a mi mamá, y pues no quisiera molestarlos porque ya sé que van a andar muy ocupados, pero si pueden, ojalá me puedan traer una pistola de saltaperica con muchas municiones”.
Sabiendo que hice la carta, la puse en la ventana de la casona en donde vivíamos allá en Chilpancingo, así, para que al pasar por la calle la vieran fácilmente. Casi no pude dormir, pero ya muy tarde me venció el sueño, en esa noche del cinco de enero para amanecer el seis. Pero ponto la ilusión me despertó por ahí de las seis de la mañana para buscar mi regalo… triste desilusión, ¡no había nada!
No podía entender por qué a mí no me habían traído nada, cuando todos los niños de alrededor de mi casa jugaban en la calle entusiasmados con sus juguetes. Estaba seguro que habían pasado enfrente de mi casa porque había señales de que así fue; muchas mojigas delataban que por ahí habían pasado un camello, un caballo y un elefante. (Mojigas, le llaman en mi pueblo a los excrementos de los animales. En ese tiempo caballos, asnos y ganado vacuno, deambularan por las calles del centro).
Así que visto eso fui con mi mamá a quejarme con ella. Me miró con dulzura y me dijo: “no te preocupes mi’jo, es que los Reyes Magos estuvieron muy ocupados anoche, pero te aseguro que mañana vendrán a dejarte tus regalos” (mi mamá, madre soltera, enfermera de profesión, le tocó guardia aquella noche de reyes, en el Hospital Militar en donde trabajaba).
Su respuesta me tranquilizó y pude responder a la carrilla de mis amigos que de mí se burlaban porque no me habían traído nada los Reyes Magos. Al siguiente día, al despertar, con mucha sorpresa y alegría vi al pie de mi cama un triciclo… ¡Y mi pistola de saltaperica con muchas municiones!