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Asistí al teatro del Parque (de primera su confort) a disfrutar Forever Tango, un espectáculo donde brilla el baile tradicional de Argentina. La compañía está integrada por 14 bailarines, que se multiplican en el escenario. Forman siete parejas en movimiento al compás una orquesta que se escucha como si fuera sinfónica (y decenas de personas de la producción que no se ven). El show dura dos horas y media, con quince minutos de intermedio.
Las catorce parejas bailan el tango con un arte que más que bailarines, parecen figuras plásticas sobre el escenario. Se me antoja considerarlas como esculturas a cada una de ellas.
Miguel Ángel, genio sin límite, hizo El David, el director (Luis Bravo y quienes lo antecedieron, y el coreógrafo, cuyo nombre no encontré) hace esculturas con los maravillosos bailarines de Forever Tango, que disfrutan lo que hacen y así lo transmiten.
La elegancia del vestuario de cada pareja, es de pasarela, digna del salón principal del reinado de más linaje. La sincronía es admirable, de levantarse de su asiento para ovación de pie. En el tiempo musical lento, la coordinación de las parejas es de siameses.
Del tango tradicional, la combinación asombra cuando aún con zapatillas de tacón y ellos de zapatos cotidianos, pasan a la ejecución de rutinas de ballet Forever Tango, hace de sus bailarines arcilla para esculpirlos.
EL CIGALA IMPACTA A LAS DAMAS.
Diego el Cigala, fue el invitado de honor de Forever Tango para cantar cuatro canciones en dos intervenciones.
Las damas le gritaban “te amo Cigala”, justo en el momento que aparece en el escenario, con un acordeón escrito en varias hojas, desparpajadas que revolvía y revolvía sobre la mesa.
Sobre una silla, de asiento alto de bar, una mesita del mismo estilo, y sobre de ella un vaso de contenido sospechoso. La bebida tenía color naranja, pero nadie se toma dos vasos de un jugo porque se le sube el potasio. Además, moja los dedos, parece que se persigna, ¿con jugo de naranja?
Sentado a media nalga, el gitano de altura, sobradito de peso, cabellera tan larga como la de Daniela Romo, cuando la tenía. Barba del tamaño de un rabino, abre la boca y el alarido aturde el teatro.
Un cantante que no canta, encanta, recita con música, pero eso sí, entre millones de cantantes del mundo, cuando se oiga su voz, todos dirán es El Cigala. Tiene estilo y eso lo distingue de aquí a la luna. Además, su forma de frasear, el color, su presencia te invita a echar trago. Igual que Sabinas. Presentarlo en cabaret, la ficha de alcohol es oro molido.